
El concepto de Matrescencia hace referencia a la transición de la identidad de una mujer al convertirse en madre. Este proceso ha sido durante mucho tiempo no visibilizado ni estudiado por la comunidad médica (pues no es una enfermedad) , y la mayoría de los estudios hasta el momento se han centrado en el bebé, y en los acontecimientos fisiológicos ligados al embarazo, parto y puerperio.
La transición no se produce de un día para otro. Se inicia en el embarazo, e incluso antes, desde el momento en el deseo de tener un hij@ comienza a circular. Allí se inicia esta transformación que no termina tras el posparto o el puerperio. Desde una perspectiva psicosocial es precisamente tras el nacimiento del bebé cuando se producen los cambios más significativos en la vida de la mujer madre, es en este momento cuando empieza la Matrescencia propiamente dicha. La mujer debe reestructurar su identidad, su mundo, su tiempo, sus prioridades.
En cada mujer y en relación a su propia historia, la nueva identidad se desarrollará de forma diferente y si bien, la llegada de un bebé también impacta en la vida de los padres y parejas, en el caso de las mujeres que ahijaron, se suman experiencias psicológicas y neurobiológicas específicas, como la producción de la hormona oxitocina, por ejemplo, que promueve los vínculos y la pertenencia.
Oscar Serrallach, Médico de Familia Australiano, se dedica al estudio y clínica del denominado fenómeno de “Desgaste Postnatal''. Serrallach investigó sobre patrones que se presentan en las mujeres luego de haber atravesado un embarazo y parto desde una mirada integral, teniendo en cuenta, los cuatro pilares de la salud (Nutrición, Sueño, Actividad y Cuidado Emocional) y la importancia del apoyo social. Esta perspectiva lo llevó a la conclusión, y luego de estudiar diferentes culturas ancestrales, que el mundo occidental moderno ha olvidado la necesidad de mantener tradiciones, rituales, ceremonias y un sinfín de prácticas tendientes a gestionar el cuidado posparto.
Muchas de las tradiciones de las culturas milenarias incluyen el apoyo social, que acompañan a la madre en el proceso de transición al nuevo rol, donde se comparten estilos de crianza y se enseñan las tradiciones de alimentar, cambiar y bañar al bebé.
En las culturas occidentales actuales, la mirada está mayoritariamente centrada en el embarazo y parto, cuando los amigos y familiares suelen estar muy pendientes de la mujer embarazada, hay clases y cursos prenatales , controles y ecografías regulares. Sin embargo una vez acontecido el nacimiento del bebé, esto cambia. Se espera que se recupere físicamente en poco tiempo, que se encargue de amamantar y cuidar al bebé pero también de organizar la casa, de atender a las visitas, y volver a sus niveles de actividades anteriores.
En esta nueva etapa, la mujer que transiciona hacia su nueva identidad, se encontrará atravesando algunos cambios en diversos planos de su vida, que se moverán con la llegada del bebé. Aspectos tales como el trabajo, la vida social, los hobbies, la vida cultural y espiritual se verán alcanzadas por este proceso y es posible que entren en tensión.
En el plano familiar, la llegada de un nuevo o una nueva integrante, será un momento de reposicionamiento para la mujer, la pareja, los hermanos, la familia ampliada y los amigos. Es en este momento donde una mujer, madre reciente, iniciará conversación profunda con ella misma y será una etapa de revisiones y resignificaciones de su propia historia. En parte, como ella fue maternada, se pondrá en juego nuevamente así sea por similitud, o por asumir un estilo diferente, será una oportunidad de repensar la propia infancia y los estilos de crianza que circulen en la nueva familia. Esto puede despertar angustia y tensión, así como también es una gran posibilidad de elaborar anteriores conflictos y sanar vínculos.
Otra sensación que se presenta durante este proceso, es la “Ambivalencia”. Que se produce por experimentar al mismo tiempo, el deseo de estar cerca del bebé y también de contar con el espacio propio, emocional y real. La sensación de pérdida de la antigua vida, y de las postergaciones que suponen el nuevo rol, hacen difícil lidiar con la incomodidades de transitar estos dos sentimientos de forma unísona.
Aún hoy, el imperativo cultural está asociado a la madre ideal, que está feliz, conectada con su bebé, priorizándolo y dejando en segundo plano las necesidades propias. Lidiar con la fantasía de la perfección, inevitablemente sucumbe en emociones tales como la vergüenza y culpa, por sentir no estar a la altura de los desafíos que conlleva la maternidad, en contraposición a estándares no realistas. Este temor a ser juzgadas, en muchos casos lleva a silenciar necesidades, produce aislamiento social y se convierte en campo posible de malestar psíquico y el desarrollo de trastornos del ánimo, como condición extrema de la Matrescencia.
Conocer estas posibles manifestaciones y todo lo que implica el proceso de Matrescencia, que trasciende lo biológico y pone en primer plano las vivencias adaptativas y psicosociales del rol, tienen mucha importancia porque habilitan poner a circular las sensaciones y validar las emociones y ambivalencias de este tiempo que es propio y único.
Lic. Ma. Agustina Capurro
Psicóloga con Orientación Perinatal y Reproductiva
@psiagustinacapurro
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