Mi mamá siempre fue medio “cruda” cuando me habló del embarazo, me decía que es terrible, que una pasa solo con náuseas y no se puede ni caminar por la magnitud de la panza, en efecto, así fue, no hubo sorpresas en el embarazo, es más si alguien osaba a decirme que el brillo que teníamos las embarazadas era espectacular, yo muy educadamente respondía que era sudor y no escarcha luminosa.
Por el contrario, nadie me habló que en la lactancia los pezones se agrietan, que existe el reflujo en los bebés, que el cólico de gases le duele más a una que al bebé y que desde el mismo instante que nacen comienzas a dudar de cada cosa que haces.
No me dijeron que el primer mes es tan cansado, aunque el bebé solo come, caca y duerme. Descubrí por propia experiencia que sacar un gas a la madrugada es más cansado que correr la 15k por primera vez. Tampoco me dijeron que por salud mental es importante buscar una tribu de mamás en quien apoyarse y que se convertirían en un ancla a tierra cuando una siente que las hormonas o el agotamiento nos van a jugar una mala pasada.

La maternidad es hermosa, pero me tocó descubrir a mi sola que cuando el segundo hijo nace el amor no se divide, sino que se multiplica y que tantas lágrimas por haber sentido que traicionaba a mi pequeño primogénito se transformaron en besos y caricias para dos.
Descubrí que soy mucho más fuerte de lo que imaginaba, porque me tocó vivir experiencias en los que tuve que ocultar mi miedo para cantar canciones a mis hijos y transmitir calma, nadie me avisó que una puede ser valiente de la nada y poner por encima a todos y dejarse para después, siendo que esto no es lo más óptimo.
Por fuerza aprendí que cuando un hijo nace la culpa llega y hay que aprender a silenciarla y tomar las riendas de nuestros días, pedir ayuda no está mal, si los dejamos un día con niñera no pasa nada y darnos prioridad como mujeres es muy importante, pues antes de ser mamás somos personas y es básico para poder aguantar la carga emocional y es que los hijos van creciendo y esa carga también lo hace.
Absolutamente nadie me dijo de la competencia que puede llegar a haber entre mujeres por culpa de los hijos, que si pepito corre más, que si juanita pinta mejor o si fulanito es más aplicado. En la pandemia aprendí que mientras mis hijos estén felices y cuidados no importa si los otros pueden volar, los míos tienen sus cualidades que son solo suyas.
Finalmente, en el día a día nadie me enseñó a no juzgar por adelantado eso lo fui aprendiendo por cuenta propia solo cuando tuve que ser mamá full time, porque antes criticaba a toda mujer que dedicaba su tiempo a estar con sus niños. Hoy entiendo que cada mamá tiene su realidad, cada familia es una y vive como les funciona mejor. Pero lo que en creo que nadie sabe, nadie me dijo y yo les cuento es que lo más hermoso de ser mamá es verlos crecer, pero a la vez es lo más difícil. Aprovechemos cada instante.
Pame Vaca
@la.pamevaca.escribe
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